21 marzo 2014

Lectio Divina - Ciclo ‘A’ 2º. Domingo de Cuaresma (Jn 4, 5-42)

En este tercer domingo de Cuaresma las lecturas nos invitan a fijar nuestros ojos y nuestra vida en Dios, quien es la fuente de la vida. Nuestro mundo tan materializado ha ido perdiendo el gusto por conocer a Dios. 
El punto de partida para la recta interpretación de la escena lo constituye la extrañeza de la samaritana con su motivación doble: el diálogo entre un hombre y una mujer, ya que los rabinos consideraban indecoroso hablar en público con las mujeres; y que éste tuviese lugar entre judíos y samaritanos, entre los que existían antiguas rencillas. Frente a estas dos causas de extrañeza llama consoladoramente la atención la libertad de Jesús frente a las categorías raciales y cultuales de sus contemporáneos.
El texto que meditamos es muy rico. Dios se hizo el encontradizo, en el momento y hora menos esperado. Jesús empezó a hablar con la Samaritana. El parte de lo sencillo y cotidiano, le pide un vaso con agua: “Dame de deber”. Le hace ver a la mujer que ella vale y mucho… que puede ser verdaderamente feliz. De ese encuentro, la mujer pecadora y despreciada se hace discípula misionera de Jesús.
Seremos capaces como la mujer samaritana de ir a proclamar que Jesús es el Mesías y que ha venido a salvarnos?

Seguimiento:

5. Jesús llegó a un pueblo llamado Sicar, en la tierra que el patriarca Jacob había dado a su hijo José.
6. Ahí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús cansado por la caminata, se sentó sin más al borde del pozo. Era cerca del mediodía.
7. Una mujer samaritana llegó para sacar agua y Jesús le dijo: “Dame de beber:”
8. En ese momento se habían ido sus discípulos al pueblo a hacer compras.
9. La samaritana le dijo: “¿cómo tú, que eres judío me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana”. (Hay que saber que los judíos no se comunican con los samaritanos).
10. Jesús le contestó: “¡Si tú conocieras el don de Dios! ¡Si tú supieras quién es el que te pide de beber, tú misma me pedirías a mí y Yo te daría agua viva”.
11 Ella le dijo: “Señor, no tienes con qué sacar agua y este pozo es profundo. ¿Dónde vas a conseguir esta agua viva?
12. ¿Eres más poderoso que nuestro antepasado Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebió él, su familia y sus animales?
13. Jesús le contestó: “El que beba de esta agua volverá a tener sed;
14- En cambio, el que beba del agua que Yo le daré, no volverá a tener sed. El agua que Yo le daré, hará en él manantial de agua, que brotará para vida eterna”.
15. La mujer le dijo: “¡Señor, dame de esa agua, para que no sufra más sed, mi tenga que volver aquí a sacarla!”
16. Jesús le dijo: “Anda a buscar a tu marido y vuelve acá”.
17. La mujer contestó: “No tengo marido”. Jesús le dijo: “Es verdad lo que dices que no tienes marido.
18. Has tenido cinco maridos, y el que tienes ahora, no es tu marido.”
19. Señor, contestó la mujer. “Veo que eres profeta.”
20. Nuestros padres siempre vinieron a este cerro para adorar a Dios. Y ustedes los
21. Jesús le dijo: “Creeme, mujer; la hora ha llegado para ustedes de adorar al Padre, pero no será en este cerro ni tampoco en Jerusalén.
22. Ustedes, samaritanos, adoran lo que no conocen, mientras que nosotros, los judíos, conocemos lo que adoramos: porque la salvación viene de los judíos.
23. Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad.
24. Son esos adoradores a los busca el Padre. Dios es espíritu, por tanto los que lo adoran, deben adorarlo en espíritu y en verdad”.
25. La mujer contestó: “Yo sé que el Cristo está por venir. Él, al llegar, nos enseñará todo”.
26. Jesús le dijo: “Ese soy yo, el que habla contigo”-
27. En ese preciso momento llegaron los discípulos y se admiraron al verlo hablar con una samaritana, pero ninguno le preguntó para qué ni por qué hablaba con ella.
28. La mujer dejó ahí el cántaro y corrió al pueblo a decir a la gente:
29. “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que yo he hecho. ¿No será este el Cristo?
30. Salieron entonces del pueblo y fueron a verlo.
31. Mientras tanto los discípulos le decía: “Maestro, come”.
32. Pero Él les contestó: “Tengo un alimento que ustedes no conocen”.
33. Y se preguntaban si alguien le había traído de comer.
34. Jesús les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a cabo su obra.
35. ¿No dicen ustedes: Faltan cuatro meses para la cosecha? Pues bien, pues yo les digo: Levanten la vista y vean cómo los campos están amarillentos para la siega.
36. Ya el segador recibe su paga y junta frutos para la vida eterna; de modo que también el sembrador participa en la alegría del segador.
37. Y se verifica el dicho: Uno es el que siembra y otro el que cosecha.
38. Pues yo los he enviado a cosechar donde otros han trabajado. Otros han sufrido y ustedes se hacen cargo del fruto de sus sudores”
39. En este pueblo muchos samaritanos creyeron en él por las palabras de la mujer que decía: “El me descubrió todo lo que yo había hecho.”
40. Vinieron donde él y le pidieron que se quedara con ellos. Y se estuvo ahí dos días.
41. Fueron muchos más los que creyeron en él al oír su palabra. Y decían a la mujer: “Ya no creemos por lo que tú contaste. Nosotros mismos lo hemos oído y estamos convencidos de que éste es verdaderamente el Salvador del mundo”.

I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice

Es importante considerar que los judíos no se trataban con los samaritanos…Ellos los despreciaban, porque después de la invasión asiria, habían quedado mezclados con sangre de colonos extranjeros. Por su parte, los samaritanos reaccionaron construyendo su propio templo en el monte Garizín, rivalizando con el de Jerusalén.
Fue creciendo el distanciamiento entre los dos pueblos. El año 128 a.C., los judíos destruyeron el templo samaritano. A su vez, en tiempos del procurador Coponio, siendo Jesús todavía un adolescente, los samaritanos consiguieron profanar el templo de Jerusalén esparciendo durante las fiestas de pascua huesos humanos.
Jesús sufrió en su propia carne el enfrentamiento, mutuo desprecio y odio que se tenían las dos comunidades.
En una ocasión fue rechazado por los habitantes de una aldea samaritana, sencillamente porque vieron que era judío y que iba a al templo de Jerusalén. Y los judíos lo insultaron, diciéndole «samaritano» porque se atrevía a criticar a los suyos y trataba de favorecer nuevas relaciones entre las dos comunidades.
Sin embargo, la actitud de Jesús, fue siempre la misma: ‘Derribar las barreras de enemistad que separaban a los dos pueblos, apelando a la fe en un mismo Padre de todos.
Por eso, Jesús en el diálogo con la mujer samaritana, no admitió una liturgia que separara a los hombres y los enfrentara entre sí. Él dijo: Los que dan culto verdadero han de hacerlo movidos por un espíritu de fraternidad y de verdad.
Dos grandes tradiciones culturales convivían por siglos. Dos culturas diferentes que configuraron dos modos de ser y dos sensibilidades colectivas.
Con frecuencia, lo que podría ser mutuo enriquecimiento y complementación, se convierte en fuente de conflictos, motivo de mutuo desprecio y enfrentamiento pernicioso para todos.
Concepciones puristas de la propia cultura, actitudes despectivas ante la cultura ajena, opciones políticas vividas con apasionamiento, están desgarrando la convivencia.
La reconciliación en nuestros pueblos pasa por una mutua valoración y apertura de uno a otro, un esfuerzo de mutuo enriquecimiento, evitando el dominio hegemónico, atendiendo de manera más cuidada, la que es más amenazada. ¿Seremos capaces de construir un único pueblo desde tradiciones culturales diferentes o caeremos una vez más en el enfrentamiento y la mutua agresión?

II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida

La escena se halla construida sobre dos principios teológicos: el judaísmo, con la natural inclusión del Antiguo Testamento, que encuentra su plenitud y complemento en Jesús y el agua utilizada para las purificaciones (Jn 2, 6; 3,5) que adquiere un nuevo sentido en Jesús, que es quien únicamente puede dar el agua viva, la salud, el Espíritu (Jn 7, 37-39). Estos principios teológicos se exponen mediante una doble contraposición: el agua sacada laboriosamente de un pozo y la regalada por Jesús y la superioridad de Jesús y del tiempo que él inicia sobre Jacob y lo que él significa.
Nosotros también, como el pueblo de Israel, estamos sedientos de Dios ¿Creemos que solo Él es quien nos puede dar la vida? ¿Vamos a su presencia seguros de que es quien nos quitará la sed de felicidad que todos llevamos dentro?.
Jesús habla del don de Dios (Jn 4, 10). que se identifica con el agua viva, sinónimo de salud, de vida eterna. El simbolismo del agua viva habla del Espíritu.
La samaritana es una mujer representativa: simboliza y personifica a la región de Samaría donde se había dado culto a cinco dioses (2 Re 17, 24ss), representados en sus cinco maridos. El culto que daban los samaritanos a Yahvé era ilegítimo, por no ajustarse al principio de un único santuario. Esta mujer simboliza a los buscadores de Dios por caminos equivocados. Para San Juan este evangelio es una buena oportunidad para darnos cuenta qué importante es conocer verdaderamente a Jesús.
¿Nos esforzamos por saber quién es Jesús y por vivir su amistad? …
El problema del culto (Jn 4, 20-26) era uno de los que más preocupaban en esa época a los creyentes. El templo sobre el Garizín había sido destruido en el año 128 a. C. por el sumo sacerdote Juan Hircano I, pero seguían dándole culto. La comunidad samaritana poseía, y posee, un ejemplar antiquísimo de la Torá. Eso la hacía competir con Jerusalén. La respuesta de Jesús es elocuente: una vez que ha hecho su aparición, diciendo abiertamente que la salvación se hacía presente en Él.
¿En qué hacemos consistir nuestro culto a Dios?
Ha llegado la hora; en la que el que cree en Dios no será condenado (Jn 3, 18); el juicio se realiza ahora en la actitud de fe o de infidelidad al Hijo del hombre. El que acepta lo que Él dice y cree en el que lo ha enviado, tiene ‘vida eterna, no sufrirá un juicio de condenación, sino que pasara de la muerte a la vida’ (Jn 5, 24)..
"Si conocieras el don de Dios...". (v.10). Jesús nos desliza la duda para descubrirnos nuestro pozo y nuestra profundidad..., que viene a decir:
"Si supieras lo que necesitas de verdad...", lo que necesitas para ser interlocutor mío, para ser persona con un rostro amable y acogedor...Pensemos qué nos dice el Señor este domingo y propongámonos llenarnos de esa agua para vivir y compartir la alegría de ser, de estar, de tener su amistad con quienes nos rodean.

III. Oramos nuestra vida desde este texto:

Padre Dios, "Danos esa agua; la que nos has regalado en tu Hijo, Jesús; con ella ya no tendremos sed". Que no busquemos otras fuentes engañosas. Haz, que con tu Santo Espíritu sepamos saciarnos de tu gracia, para saciar a a nuestros hermanos y que como la samaritana, seamos misioner@s compartiendo la alegría de habernos encontrado contigo, llevando a muchos otros a gozar de este encuentro.
¡Cada día hay más gente sedienta! ¡Cuántos viven en la aridez! Que sepamos despertar en ellas el deseo de saciarse de Ti, que eres fuente de vida. Tu don nos llene, para que contigo y por ti seamos manantiales y pozos de profundidad. ¡Así sea!

Nessun commento:

Posta un commento